viernes, 26 de junio de 2015

EL CARAMELO PERPETUO- por Benjamín Román Abram

EL CARAMELO PERPETUO


Cuando inicié la investigación para escribir mi libro Cincuenta grandes ideas de nuestro siglo XXII, me tracé como meta concluirlo al menos un año antes de la nueva centuria. De otra forma los editores hubieran rechazado el texto sin contemplaciones, dado que ellos no cederían a un cambio de título como Las cincuenta grandes ideas del siglo pasado. Ahora que han trascurrido varios lustros desde mi mayor triunfo de ventas, la publicación sigue siendo demandada en pleno siglo XXIII. La mayoría coincide en que lo que más llama la atención se encuentra en el capítulo diez, donde escribo sobre aquel dulce nacional que rebauticé como el caramelo perpetuo.

No lo hice porque realmente fuera imperecedero, sino porque su sabor podía alcanzar a cuatro generaciones antes de comenzar a desaparecer. Era posible degustarlo infinidad de veces en la vida. También mencionaba que para sus consumidores más antiguos era muy agradable poder paladear algo que los remitía a una sensación de la niñez. Agregaba en mi texto, que el caramelo causó tal impacto cultural que se incluía en los testamentos para evitar posibles disputas familiares, ya sea por un aspecto netamente monetario, por coleccionismo o por un tema sentimental. Incluso propuse una cláusula modelo que, en forma innecesaria, pero simbólica, aclaraba que el caramelo dejado en herencia estaba libre de toda contaminación por su sistema de autolimpieza.

No puedo dejar de mencionar que muchos acomedidos y, en otras ocasiones, colegas de mentes creativas, tomando como inspiración mi obra, propusieron nuevas teorías sobre la razón del gusto de la gente a esta golosina. Incluso algunos políticos descocados proclamaron felices que a pesar de su alto precio, logró que quebraran algunas fábricas de los países extranjeros, las que con sus productos tradicionales no pudieron enfrentar a nuestra competencia. Sin embargo, al que nunca le presté atención, hasta ahora que ya estoy al final de mi camino, fue a aquel individuo que señaló que el éxito del caramelo y de mi obra se originaba en el anhelo del individuo por acariciar la eternidad.

Memorias y reflexiones (2245 D. C.)

No hay comentarios.:

Publicar un comentario